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domingo, 8 de mayo de 2011

Libre



En mi mundo puedo ser lo que yo anhele.

Quiero ser viento frío e intempestivo. Moverme a mi antojo volando a través de verdes montañas, inhóspitos parajes llenos de magia y encanto… Mover nubes, moldeándolas con formas. Provocar tormentas y huracanes. Puedo ser destructiva. Hallar la misma fuerza del viento para arrasar mi vida y cambiar lo que está mal en ella.

Quiero ser aire. El mismo aire que acaricia tu piel al sol y que juega a alborotar tus rizos. Llevar a tu olfato aromas olvidados. Hacer que se erice tu piel con la brisa del mar.

Quiero ser tierra. Elevar montañas, provocar terremotos y sacudidas en mi vida. Escupir la lava de mi interior que abrase mis entrañas y me haga temblar. Ser tierra acogedora y productiva donde pacer. Cubrirme con prados de hierba salpicados de flores, recorrida por ríos y lagos.

Quiero ser agua. Refrescar los sentidos. Inundar tus emociones. Ser maremoto. Ser la gota que colma tu boca y se desborda deslizándose por tu cuello hasta perderse en tu pecho. Caer en forma de lluvia hasta calar en lo más profundo del alma. Puedo ser lluvia torrencial que desborda ríos, arrastrando la inocencia de mi juventud.  Bébete hasta la última gota de mis quimeras y sáciate con ellas. Ser voluble y adaptable a cualquier envase para que puedas conservarme.

Quiero ser sol. Estimular el crecimiento de las flores en primavera. Iluminar tu camino para que no tropieces con los baches. Calentar tu cuerpo al reposar en la arena de la playa. Irradiar esperanza a todos los que perdieron la fe en esta vida, otorgándolos fuerza paras seguir adelante.

Quiero ser nieve. Manto gélido de blancura inigualable. Cubrir las cosas más grotescas transformándolas en hermosas figuras de blanco. Niños y mayores disfrutan creando ángeles en la nieve, muñecos rechonchos con nariz de zanahoria, brazos de palos, ojos de piedra inanimada, gorro y bufanda. Hacer guerras con bolas de nieve, donde el herido más grave es el que más se divierte. La nieve que evoca recuerdos navideños, donde la paz y el amor predominan sobre la crueldad y la guerra.

Quiero ser fuego. Dejar tras de mí la huella de la desolación. Bañar de cenizas y negro valles, bosques y montañas. Arrasar fauna y flora. Fuego de mi hogar. Caldear la casa en una chimenea mientras yacemos desnudos en la alfombra. El mismo fuego que descubrieron hace millones de años los hombres. Ser el fuego de tus ojos cuando me miran devorando mi voluntad.

Quiero ser océano. Inmensas aguas que surcar a nado o a flote de un velero. Misteriosos e insondables secretos guardados en el fondo del alma. Vestirme con corales y peces de vivos colores pululando a mí alrededor. De espuma las olas adornarán mi faz.

Quiero ser olor.  Perfume floral a azahar, jazmín y rosas. Olor a dulce de chocolate. A cítricos exquisitos que abren el apetito. El olor de tu piel recién salida de la ducha que despierta mis instintos. Olor salido de las cloacas, por qué no, no puedo cautivar a todos.

Quiero ser tacto. Acariciar tu piel. Tocar tu mentón al despuntar la barba. Retener tus manos frías, entre las mías, y proporcionarlas calor. Rozar tus labios con la yema de mis dedos que tiemblan de emoción. Sentir tu aliento en mi boca. Enredar tu pelo entre mis dedos.  Memorizar tu cuerpo en la oscuridad: cada trazo y rincón de tu fisionomía.

Quiero ser sabor. El dulce amargor del chocolate. El ácido de una fruta tropical que me estremecer. El sabor de tu piel palpitando bajo mi lengua. Paladear el mal sabor que produce el desamor. Fresca menta, amargo café, dulce nata…Todas son explosiones en mi boca.

Quiero ser ojo. Ver todo lo que tus ojos ven. Ver lo que nadie ve. Pero, sobre todo, ver lo que nadie creería jamás. Las fantasías de mis sueños, personajes fascinantes, lugares que nunca se han descubierto o que todavía no se han inventado. Llorar cuando la tristeza me invada y excitarse cuando tu cuerpo aparece delante de mí, contoneándose y pululando con un halo de misterio que me envuelve.

Quiero ser imaginación. Poderosa fuente de sabiduría. Crear en mi mente mundos diferentes donde vivir a tu lado sin que nadie lo impida. Tener al alcance de mi mente todo lo que yo ambicione con tan sólo imaginarlo. Creer es poder, y yo puedo creer.  

Quiero ser palabra. Escrita o hablaba. Porque sin estas no podrías conocer mis pensamientos e inquietudes. Ser frase, los versos que forman una estrofa de rima consonante para crear un poema de amor, fantasías de un cuento infantil o de una novela. Las palabras que compongan la pintura en un lienzo. Las palabras que pueden crear en tu mente imágenes nítidas y fehacientes de lo que te cuento. “Te quiero” –frase que expresa mucho con pocas palabras. “No puedo vivir sin ti” –la boca se llena con el sentimiento al pronunciarlas.

Quiero ser enfermedad.  Marchitar la juventud y la belleza de tu rostro. Despojarte de la esperanza. Consumir tu vigor y alegría con mi paso mortal. Devorar el último aliento de vida que se escapa de tu boca trémula. 

Quiero ser sentimiento. El inocente afecto de un niño hacia sus padres. El cariño de un amigo que acude presto a socorrerte. Odio hacia los enemigos. Celos por la mujer que está a tu lado donde debería estar yo. Alegría por las cosas sencillas de la vida. Valor ante las situaciones adversas. Culpa al dañar a la persona amada sin querer. Felicidad cuando nace un bebé de tus entrañas. Orgullo de una madre cuando su hijo la abraza. Cruel al atacar para defender tu territorio. El dolor que sufres con la furia de mi puño. Y el más grande de todos, amor.

Quiero ser verdad. Camuflada entre líneas. Contundente por su claridad en otras ocasiones. La sinceridad de un amigo. La realidad de saber que no estás conmigo.

Quiero ser mentira. A veces se puede llamar verdad a medias. La destrucción que crea en las relaciones. Engaños camuflados de buenas intenciones. La falsedad de una sonrisa que parece ser amiga.

Este es mi mundo y aquí soy libre para ser lo quiera.

NOTA: Derechos de autor reservados.

miércoles, 4 de mayo de 2011

Carta al más allá

 

Cada noche recuerdo cuando estabas aquí.
Mi beso se pierde en el aire y te doy las buenas noches.
Procuro estar ocupada para no pensar en ti.
Cuando veo a nuestros hijos siento tu ausencia asfixiándome.
¿Por qué no estás? ¿Qué pasó por tu cabeza?
Nuestros amigos dan palabras de ánimo.
Mi familia está apoyándome, pero nadie comprende cuánto duele.
 Sólo quiero que vuelvas.
Dónde se fueron tus caricias, dile a los rayos del sol que me las dé.
Dónde está tu aliento sobre mi piel, dile al aire que sople en mi oído.
Donde están las conversaciones, diles a los pájaros que me las trasmita.
Sigo aquí escribiendo cartas al más allá.
Recuerdo los últimos días que pasamos juntos y veo que ya estabas lejos.
 Todo apuntaba a un desenlace fatal. No lo supe ver.
Ahora sé que tú ya habías tomado una decisión.
¿Qué podía hacer yo? ¿Por qué no dijiste adiós?
En nuestro hijo veo tu retrato a tamaño reducido, gracias por dejar tu esencia.
Cuando nuestros hijos lloran y preguntan por ti la herida que dejaste sangra lágrimas de soledad.
Dónde están tus besos, dile al agua que sacie el deseo.
Dónde están las discusiones, dile a los truenos que repliquen mis acusaciones.
Donde están tus sonrisas, dile a la vida que sea una comedia.
No paro de escribir cartas al más allá.
¿Por qué, si elegiste dejarme, sigo enamorada?
¿Por qué, si no respondes, hablo contigo cada día?
Y seguiré escribiendo cartas al más allá.

NOTA: Derechos de autor reservados.

martes, 3 de mayo de 2011

Coleccionista de amantes (Presentación de Bib 2ª parte)



Antes de empezar a enumerar los diferentes amantes que he tenido creo que debería hacer un resumen sobre cómo funciono, mis preferencias y contar a grandes rasgos mi relación con los demás.
Los dormitorios de matrimonio suelen tener armarios dobles, una mitad para ella y la otra para él, en mi caso tengo una mitad para mi ropa, que me gusta renovar cada temporada, y lo otra es del hombre que llevo dentro donde guardo vibradores, condones, lencería para todos los gustos, lubricantes, esposas, fustas, falos de diversos tamaños y clases, disfraces de todo tipo… Ese es mi rincón favorito del piso. Cuando estoy estresada o tengo un rato libre abro de par en par el armario y elijo el juguete o juguetes con los que más me apetece pasar el rato.
Cuando la ocasión es propicia, y el hombre que me acompaña está de acuerdo, uso mis juguetes con ellos, pero como la mayoría son amantes de paso no procede ni siquiera el intercambio de teléfonos o la frase de cortesía: te llamaré.
Una tarde de otoño en la que estaba aburrida me quedé en la cama acompañada por mis juguetes. Estaba con el fabuloso conejito retozando por segunda vez desde que lo compré. La humedad descendía hasta las sábanas. La rotación del aparato acariciaba las paredes de mi cueva, sentía las perlas girar dentro de mí y la vibración iba en aumento. El conejito atrapaba con sus orejas mi botón mágico hinchándolo por momentos. Jadeaba, tenía los ojos cerrados para concentrarme en cada sensación, en cada convulsión de mi cuerpo y en los pellizcos que mi otra mano daba a los pezones. La piel estaba impregnada de sudor, las caderas se elevaban con cada embate y las piernas estaban en tensión. Puse al máximo la capacidad del conejo. Arqueé la espalda ante la proximidad del éxtasis. Los jadeos se convirtieron en gemidos ahogados. Apreté con fuerza mis pechos al sentir que iba a explotar. Grité al sentir el orgasmo, me retorcí y convulsioné como si estuvieran estrujando mi alma como un papel.
El placer fue decayendo, mis extremidades empezaron a relajarse, a la vez que los gritos volvieron a ser jadeos. Estaba deleitándome con las últimas sensaciones del éxtasis, sin pensar en nada, saboreando esos instantes de felicidad cuando llamaron al timbre. Resoplando al borde del cabreo me puse una bata de satén y abrí la puerta, era Sara, mi mejor amiga.
-Te he pillado durmiendo –dijo al verme el pelo revuelto y en bata.
-No, estaba con mi vibrador –contesté dejándola entrar y con un gesto que quería decir: eso es mucho peor.
-Lo siento –dijo cortada por mi contestación. Su expresión se volvió lozana y entró-. De eso venía a hablarte. Tengo que escribir un artículo sobre juguetes sexuales y las preferencias de los consumidores, así que venía para hacerte una especie de sondeo.
-Me alaga que hayas pensado en mí –dije con sinceridad y una amplia sonrisa picarona.
-No conozco a nadie con menos tabúes y que le guste tanto este mundo como a ti.
-Ven conmigo, te voy a enseñar mi paraíso –dije cogiéndola de la mano.
La llevé a mi dormitorio que tenía las sábanas revueltas y el conejito todavía estaba sobre la cama. Sara lo vio, pero no dijo nada. Abrí el armario y los ojos de Sara refulgieron con una sonrisa de ilusión. Pasamos horas hablando de ellos y para lo que los usaba. Cuando publicó su artículo, que apareció en portada, me regaló el que es actualmente mi vibrador favorito. Es un llavero del tamaño de un dedo meñique, plateado, con estrías y tiene mi nombre grabado, lo llevo junto con las llaves de casa porque no parece un vibrador y en más de una ocasión me ha servido para gozar fuera de casa sola o con compañía.

NOTA: Derechos de autor reservados.

Coleccionista de amantes (Presentación de Bib)



Mi nombre es Bibiana, pero mis amigos me llaman Bib, es una horterada lo sé, pero suena sensual y yo soy todo sensualidad. Tengo treinta y nueve años, mido un metro setenta, pelo teñido de color chocolate, mejillas encendidas de pasión, ojos verdes como yo, labios hambrientos de besos, medidas perfectas y personalidad alegre, juguetona y llena de vida. Amante de la soltería y de todo el que esté dispuesto a pasar un buen rato. Trabajo organizando eventos, fiestas y celebraciones, lo que me permite conocer a gente muy diversa.

Empecé este diario para conmemorar mi cuarenta cumpleaños que será en seis meses. La idea surgió el día que mis amigas encontraron inverosímil, incluso escandaloso, que me hubiera acostado con tantos hombres que había perdido la cuenta. Pues sí, soy promiscua, ¿y qué? Me gusta el sexo, los hombres, estoy soltera y de muy buen ver.

En fin, que he decido recapitular en una especie de diario a todos y cada uno de los hombres que han pasado por mi vida, también hay alguna mujer y ahí entra en juego la primera amante que tuve y la única con la que sigo manteniendo relaciones con frecuencia: yo.

No tengo conciencia del primer orgasmo que sentí y yo siempre digo que cuando nací no lloré si no que gemí al sentir mi primer orgasmo. Desde niña me daba mucho gustito sentarme encima de un caballo balancín de madera y moverme despacio de un lado a otro, friccionando el sillín de piel con mi sexo: izquierda, derecha, izquierda, derecha, adelante y atrás. La agitación se apoderaba de mí mientras cabalgaba a galope hasta que sentía una explosión y cómo palpitaba mi chirla, que era así como la llamaba mi madre. Con el tiempo el caballo se quedó pequeño y mi abuelo los iba haciendo a mi medida hasta que cumplí los doce años. Entonces comprendí que allí, entre mis piernas, ocurría algo especial y que no debía compartirlo con los mayores. Así fue como empecé a mantener mi relación, conmigo misma, en privado. Durante los primeros años no me atrevía a tocar mi sexo y encontré formas de estimularlo: como la fricción con las piernas, la esquina del colchón, el agua a presión de la ducha y usando a escondidas mi último caballo de madera, que, por cierto, aún conservo y lo tengo en mi dormitorio para dejar la ropa o mis juguetes sexuales.

Al cumplir los catorce, una noche que me miré desnuda frente al espejo de mi dormitorio. Tenía mucho culo, poco pecho y cintura de niña, pero sentí curiosidad de saber cómo funcionaba exactamente la vagina, qué aspecto tenía y por dónde se suponía que debía entrar el pene. Con un espejo de mano pasaba las horas estudiando cada pliegue, cada recoveco y cada curva, acababa húmeda y excitada hasta que un día encontré el botón mágico. Jamás había sentido un orgasmo igual y quedé fascina con lo poderoso que podía ser algo, en apariencia, insignificante: el clítoris.

La curiosidad me llevó a leer artículos sobre el clítoris y el punto G, vi numerosas películas porno y cada vez me sentía más fascinada con aquel mundo de perversiones que me hacía sentir bien, repleto de un sinfín de posibilidades y con la vida por delante para probarlas todas.

Mis primeras incursiones para encontrar el punto G fueron un fiasco y, de hecho, no lo encontré hasta que no empecé a mantener relaciones sexuales. Ahora que ya sé dónde está y cómo explotarlo le hago visitas diarias a la cueva profunda en la que habita, me deleito con su tacto al hincharse y baño mis dedos en sus jugos. Benditos sean los dedos que hacen que el mundo gire.

Lo que más me gusta de ser mi propia amante es que nadie conoce mejor lo que quiero y cuando lo quiero, me anticipo a mis deseos y nunca defraudo a la mujer que tengo entre manos. Lo peor es que no puedo duplicarme o tener el doble de manos, que mis brazos fueran más flexibles para rodear mi cuerpo, que mis labios llenaran de besos toda la piel, pero lo que más rabia me da es que nunca podré deleitarme con el manjar que se esconde entre mis piernas, mirarlo de frente y decirle: eres mío, eres perfecto y te voy a devorar.

Podéis llamarme presuntuosa y egoísta, yo digo que soy fantástica. Creo que para ser buena en el sexo hay que empezar amándose a uno mismo y así transmitir y compartir ese amor con los demás. Por eso, puedo decir que nadie me quiere más que yo, que soy impresionante en la cama y mi primera y mejor amante tiene nombre de mujer: Bib.